Rendimos homenaje a las esforzadas generaciones de los pueblos del norte que equipadas de esperanza, sacrificio, constancia, entregaron la reciedumbre de su estirpe, sin doblegarse por la espera dolorosa en la que saborearon el desengaño y la perfidia de los hombres, en favor de la obra del ferrocarril de Quito - Ibarra - San Lorenzo, que constituye un valioso aporte para el progreso nacional. Mientras en la provincia de Pichincha se realizaban los trabajos bajo la vigilancia de la Junta Consultiva, Imbabura se agitaba nerviosa, inquisitiva, amenazante. El ferrocarril era un sueño...
En junio de 1917 se dio la orden para que los trabajos se inicien en Ibarra el 10 de agosto.
Imbabura demuestra un fervor inusitado, de todos los rincones de la provincia sus hijos se reunieron en Ibarra. Otavalo estaba presente. En las últimas horas de la tarde del día nueve llega un impresionante y entusiasta contingente, a falta de alojamiento hallaron reposo en los atrios de las iglesias, en los portales y en las calles. A las siete de la noche desfilaron más de 6000 hombres, un ejército pacífico armado de sus propias herramientas. Nunca se vio una manifestación igual, decía "El Ferrocarril del Norte", publicación imbabureña dirigida por el ilustre señor Víctor Manuel Guzmán, quien con ejemplar patriotismo, en compañía de otros ilustres ibarreños, escribieron una página brillante en favor de la magna obra del ferrocarril.
En el día diez se congregaron en el lugar de la iniciación de los trabajos cinco mil hombres. Se declara en forma solemne la iniciación de la obra para Imbabura. Concluidas las ceremonias en un ambiente de efervescente patriotismo, se deja escuchar la voz elocuente del Canónigo Alejandro Pasquel Monge, es el minuto intenso, "imbabureños, dijo, os habeís congregado para jurar que la obra se llevará a cabo a través de todo obstáculo y que, si fuera menester, fertilizar el suelo de Imbabura con nuestra sangre, para que sobre ellas se extiendan las cintas de acero del sublime mounstruo estemos listos a este sacrificio, en aras de nuestro propio engrandecimiento y prosperidad, ¿Juraís defenderla?" Cinco mil cabezas están descubiertas, cinco mil brazos se extienden con gravedad suprema y cinco mil bocas pronuncian ¡JURAMOS!
He aquí al industrioso y simpático cantón de Otavalo que siempre ha sabido distinguirse y que ha sido la palanca poderosa para incrementar los trabajos del ferrocarril.
Otavalo recibió del cantón Ibarra los trabajos en Pinsaquí el 15 de enero de 1918 y entregó al cantón Cayambe en Cajas, el 9 de octubre de 1919.
Al trabajo material se aportaron las autoridades y todo el pueblo imbabureño, la provincia hizo otro de gran significación, el intelectual a través de la prensa. El Ferrocarril del Norte y el Grano de Arena de Ibarra. Germen, Labor, La Pluma, Adelante, Evolución y la revista Imbabura de Otavalo, y la Voz de Cotacachi, todos comprometidos a luchar hasta que el ferrocarril llegue al mar.
Venciendo toda clase de obstáculos los terraplenes entre Ibarra y Quito se terminaron en diciembre de 1925, luego de un tenaz y duro trabajo durante ocho años y cuatro meses.
Estaban listos 137 kilómetros para recibir la enrieladura. "Al fin dice, la revista Imbabureña publicada por la Liga de Cultura José Vasconcelos, en su número especial para celebrar la llegada del tren Otavalo, el 31 de octubre de 1928, llega majestuosa la primera locomotora a Ibarra en junio de 1929 consagrando sus mayores esfuerzos en la construcción del ferrocarril".
Apellidada "La Perejilla", nombre vegetal y aromático que las multitudes asignaron a esta singular fémina del pueblo otavaleño, incomprendida las más de las veces. Extraordinaria mujer mestiza, en su carne y en su espíritu germinaron las vibraciones de la tierra sarance. Desconocía las leyes y sus códigos, que le enrostraban "los blancos", pero era la abogada perfecta de los desheredados de la fortuna. Voz de los que no tienen voz. Voz del maíz y del indio. Ella encarnaba ese grito lacerante de libertad y ese grito admonitorio de justicia. Organizadora de las grandes mingas de hasta siete mil trabajadores, enarbolando el pendón patrio sobre un jamelgo de triste plantaje, con el único sueño de que el ferrocarril llegue a Otavalo. Allí la Capitana a la cabeza portando la herramienta bienhechora, prediciendo su gesto heroico para descuajar los montes y conseguir que el tren avance a esta provincia azul de Imbabura.
Médico de pergamino y de gran muceta. Escritor fecundo y castizo que hizo honor a la otavaleñidad. Con su talento y dinamismo dirigió la Liga "José Vasconcelos" que congregaba a destacados profesionales, maestros y estudiantes y que alcanzó un aquilatado prestigio dentro y fuera de los linderos patrios. Su ágil y bien cortada pluma honró los periódicos "Germen", "Adelante" y la revista "Imbabura" desde donde luchó denodadamente porque se haga realidad el ferrocarril Quito-San Lorenzo, en su primera etapa Quito-Ibarra. Para los períodicos capitalinos. "El Día", "El Sol" y "Diarios del Ecuador" fue el gran Túpac-Amaru de la tierra del maíz.
Paradigmática figura del magisterio imbabureño. Mecenas de la cultura y del periodismo ibarreño. El verbo fue en los labios de Víctor Manuel Guzmán, su nombre, arma y su escudo como legislador y político. Llegó con sobrados méritos a la Presidencia del Concejo Municipal ibarreño. Mas tarde el pueblo le encargó su representación eligiéndole primer Diputado luego Senador. Luchó incansablemente contra el inaceptable círculo político que nos atrofia, el de los grandes proyectos y programas lanzados al viento en panfletos demagógicos, con exageradas estridencias que ya no encuentran eco en el pueblo. Nada lo arredraba. No había armas para vencerlo ni precio para comprarlo. Ardiente defensor de la magna obra del ferrocarril Quito-Ibarra-San Lorenzo, ideal por el que batalló con tenacidad durante su vida, y que alcanzó nombradía dentro del periodismo, al punto de fundar su propio periódico "El ferrocarril del Norte".
Ocupó el sillón episcopal de la Diócesis de Ibarra como su séptimo Obispo. Nació en Santa María de la Esperanza, precisamente donde los ibarreños hicieron su asiento provisional, luego del aciago terremoto del 16 de agosto de 1868. Acérrimo defensor de la doctrina católica frente a los embates del liberalismo, pero se mantuvo al margen de las luchas políticas. Su afán era buscar una situación de coexistencia con el gobierno liberal, aunque fue combatido por los sectores más extremistas del conservadorismo. El Canónigo Alejandro Pasquel Monge se constituyó en uno de los principales propulsores de la construcción del Ferrocarril Quito-Ibarra-San Lorenzo, la "obra redentora" del norte del país. Encabezó un comité ciudadano y el 10 de agosto de 1917, ante cinco mil mingueros, congregados en la plazoleta que hoy lleva su nombre, plenos de efervescencia patriótica, tomó el juramento de rigor, de no cesar en el esfuerzo hasta que sobre el suelo ibarreño se "extendían las cintas de acero del sublime mounstro".
A inicios del siglo XX la cultura se expresó a través de la palabra escrita. Los intelectuales de aquella época dejaban escuchar su voz altiva en los periódicos o revistas locales, para educar, combatir, reflexionar, soñar o propulsar obras a favor de la comunidad. La construcción del Ferrocarril del Norte fue un compromiso y un reto. Los intelectuales alentaron mingas, la participación de los hacendados y hombres de negocios y la organización de veladas teatrales y deportes, con el fin de recoger dinero para hacer realidad la mayor obra de inicios del siglo, que trajo la modernidad a Imbabura.